El Desierto de Tabernas está localizado, a unos 30 km al norte de la capital, en los términos municipales de Tabernas, Gádor, Santa Fe, Alboloduy y Gérgal y protegido como Paraje Natural en una extensión de 280 km2.
Su situación entre la Sierra de los Filabres al norte y Sierra Alhamilla al sudeste la aíslan de las corrientes húmedas del cercano mar Mediterráneo, en una zona de poca pluviosidad como es Levante español de la península Ibérica, dejan unas precipitaciones de solo 243 mm. Junto con las altas temperaturas medias a lo largo de todo el año (18 °C) y uno de los mayores niveles de horas de sol posibles (3000 h), conforman el clima seco que da lugar a este verdadero desierto. Todas estas características se ven, además, agravadas por el efecto Foehn. Las pocas lluvias suelen ser torrenciales, con lo que el pobre suelo de margas y areniscas sedimentarias que posee muy poca vegetación no consigue retener humedad, sino que al contrario sufre mayor erosión formando los característicos paisajes de "badlands".
Algunas formas vegetales suelen desarrollar hojas duras y muy pequeñas para reducir la evotranspiración, llegando incluso a realizar la fotosíntesis durante la noche, como la Anabasis mucronata. Algunas plantas efímeras carecen de los mecanismos suficientes para sobrellevar los largos períodos de sequía, sin embargo disponen de un metabolismo muy acelerado y de períodos vegetativos muy cortos, así sus semillas germinan y crecen con suma rapidez, como la Linaria nigricans, completando su desarrollo en breve tiempo, suficiente como para florecer y generar nuevas semillas a la espera de otro período húmedo. Otras especies afrontan el rigor del medio mediante la suculencia o capacidad de almacenar agua en su interior, un ejemplo es Apteranthes europaea. Otro procedimiento consiste en desarrollar amplios sistemas radiculares para captar agua, de carácter superficial, lo que produce distanciamiento entre las plantas o bien verticales aprovechando la existencia de aguas subterráneas, y dotándose de órganos ajenos a la radiación solar, como bulbos, tubérculos y rizomas. La formación de espinas es uno de los sistemas defensivo que presenta gran número de matorrales y arbustos. También existen plantas parásitas que aprovechan los fluidos de las raíces de otros matorrales o arbustos, como el Cynomorium coccineum. Entre las especies más frecuentes destacan el esparto (Macrochloa tenacissima) y diferentes aromáticas como la artemisa (Artemisia barrelieri) o el tomillo (Thymus hyemalis y Thymus baeticus), que contribuyen a fijar el suelo. En los bordes de las ramblas y aprovechando las corrientes subterráneas se asientan diferentes especies como el taray (Tamarix africana), la retama (Retama sphaerocarpa), la adelfa (Nerium oleander), la higuera (Ficus carica) y diferentes matorrales como, la siempreviva morada (Limonium insigne) o la jarrilla blanca almeriense (Helianthemum almeriense). Podemos encontrar plantas, como la escasa Moricandia foetida, que florece en las primaveras lluviosas sobre los taludes margosos. Las numerosas ramblas que se encajan sobre estos paisajes telúricos y abrasadores constituyen el único elemento ecológicamente diferenciado del desierto. Al socaire de los microclimas existentes en ellas ya a favor de las corrientes subálveas, se ordenan bosquecillos de tarajes y adelfas, en donde encuentra cobijo la avifuana nidificante, como el verdecillo, curruca cabecinegra o la tórtola común. En este espacio también existen auténticos oasis en torno a afloramientos de agua, casi siempre salinos, y establecen densas formaciones de vegetación halófila en los que carrizos y tarajes disputan el substrato frente a plantas barrilleras, salsolas y otras chenopodiáceas, dominando unos u otros en función de los gradientes de humedad y salinidad del suelo.
La distribución de la fauna está condicionada por diversos factores. La presencia de manantiales de agua o la propia humedad de las ramblas. Las zonas de solana y de umbría condicionan también a la distribución. Pueden distinguirse dos clases de hábitats, principalmente: montes y ramblas. La abundancia de abejas y otros insectos que liban sus néctares conforman la dieta principal de las especies de la zona, como el abejaruco, que construyen sus nidos en profundas cavidades horadadas en los taludes de las ramblas, para así protegerlos de depredadores como la culebra de herradura. La perdiz roja anida junto a los espartales del monte y algunos halcones peregrinos y águilas perdiceras y reales, que viven en Sierra Alhamilla, utilizan estas zonas como territorios de caza. El búho real caza conejos y pequeños roedores. También hay zorros que cazan al atardecer y por la noche. En los taludes que rodean las ramblas nidifican gran cantidad de aves como la Paloma Zurita, la Carra, el Cernícalo vulgar, el Mochuelo común, la grajilla, el avión roquero, el vencejo real, la collalba rubia, el gorrión chillón o el camachuelo trompetero, que normalmente habita en los oasis saharianos. Los bosquecillos de tarays y la vegetación de los márgenes del cauce son el lugar elegido por diversas especies de pájaros, como currucas, jilgueros, verdecillos y oropéndolas, e incluso aves acuáticas como andarríos, chortilejos y garzas. Contamos también con la presencia de aves esteparias como cogujadas, terreras, alcaravanes y sisones ortegas. Los mamíferos se encuentran más limitados, por la aridez del terreno, aunque abundan los conejos, liebres, lirones, erizos europeos y morunos. En las ramblas del desierto el efecto de borde se muestra en todo su esplendor: anfibios, como rana común o sapo corredor, reptiles, como lagartija colirroja, lagarto ocelado, culebra de escalera y conejo, son abundantes, encontrando en ellas un hábitat adecuado.
(Adaptado de Wikipedia)